A Carmen le gustaba el té de manzanilla. |
"El otro día fui
a ver a mi papá y platicamos". Así me dijo un día la poeta Carmen Alardín al
relatar un encuentro que, sin duda, habría sucedido hace más de medio siglo.
Pero ella hablaba de ese y otros encuentros de otros pasados como si hubiesen
ocurrido hace unos días o un par de semanas. La inmediatez en sus recuerdos era
como una criba que tal vez filtraba el impacto que implica el constatar el
transcurso de los años entre los eventos de nuestras vidas. Las distancias
aleatorias entre el tiempo. La recombinación de la memoria como operación del
instinto de conservación. Cualquiera que no conociera a Carmen podría pensar fácilmente
que estas frases se referían a que ella podía hablar con los muertos. Pero
lejos de parecerme una idea aterradora, me parecía que era tan sólo una
consecuencia lógica y una alternativa en sí. Una mujer con un universo interior
intensísimo, a quien le divertía la facilidad con la que podía moverse entre la
dimensión espiritual y la realidad, confundiendo a quienes convenimos en
nombrar la realidad como colectiva. Por supuesto que en esas conversaciones podría
estar hablando de otros tiempos. Pero estoy convencido de que también pudo
haber sido que hablara de ayer o de la semana pasada. Y también hoy al leer los poemas. Así que puedo decir que el otro día platiqué con Carmen Alardín. Y
fue una conversación deliciosa.
MAH
La Jolla, California
2 de noviembre de 2015
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