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En Hay un jardín, Marco Antonio Huerta deshace, a través de la omisión y el augurio, la ausencia de ese no lugar límbico cuya teleología nos desliga de los días venideros. En una desmarcación intuitiva del vacío tópico en la contemporaneidad coloquial, el autor nos deja en libertad de recorrer o no los derroteros de una sedentariedad colectiva que enturbia la cotidianeidad del aquí y el ahora. A lo largo de cinco apartados: Hay un jardín, Aquí se guardan, Rawdiyyat, Horas y Fotografía, Huerta nos agazapa en la solidez y el tutelaje de oquedades impertérritas, desde un discurso que se rebela a la tendencia críptica y nos seduce con una alegoría vital, en la que, desde luego, la inminencia de lo efímero y transitorio tiene una raíz lúdica.
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